jueves, 5 de marzo de 2009

Ud. es la culpable...



Recostado, acaricia suavemente el muslo húmedo de sudores y salivas mutuas. Ella duerme y es mejor así. No verá su cara pensativa. No creerá ser partícipe de su preocupación si no lo ve… ¡Y no lo es! Ella solo es parte de esa paz que lucha con su tristeza. Ella es la que convierte ese momento en una duda.

El silencio le permite mirar. Ver. Recordar como fue. La torpeza de quienes se besan por primera vez, la ansiedad, las manos buscándose. Y –grandes al fin- la sabiduría que aflora, la pasión que paradójicamente se calma en besos más largos, húmedos, en manos sabias, en sabores lentos, en saliva, sexo, flujo, semen. En te doy porque quiero, porque quiero más, simplemente te doy. Y que suerte que vos me das…

Ella comienza a despertar en el momento que el se excita en el recuerdo reciente. El comienza a sonreir, no para no preocuparla. De puro contento nomás…