martes, 1 de septiembre de 2009

Tragedias



Hemos visto ultimamente un afán inconmensurable por parte del Ejecutivo de turno de sostener sus políticas tratando de legitimarlas a partir de nuestra "Gran Tragedia". En el seguimiento de un rédito político se solaya cualquier sentido ético de la vida. Todo vale.




Los goles estaban "secuestrados", por eso se hace un pacto con el Tigre Acosta del futbol para recuperarlos. La ley de Radiodifusión se impulsa en memoria "de 184 compañeros periodistas desaparecidos". Y si estuvieran por revisar una ley de zoonosis, seguramente invocarían a a la enorme cantidad de mascotas que quedaron sin dueños masacrados a manos de la Dictadura.




Cualquier cosa vale. Tan intencionado el inmoral uso, como falsa la tibia defensa de la oposición light.




Cuando se habla genéricamente de la "Gran Tragedia", se la termina despersonalizando, bastardeando, humillando el recuerdo de tipos que de máxima se quedaron sin su utopia, y de mínima perdieron su vida con todo lo que ello implica. Humillan a quienes los sobrevivieron, quienes se perdieron sus charlas, sus caricias, sus porqués. Se olvidan las miles de pequeñas-enormes tragedias individuales.




Se olvidan de los llorados. Cierran perversamente miles de historias inconclusas.




Se olvidan de quienes aun hoy extrañamos. Se burlan de nuestra falta. De la brutal amputación.




Hagan lo que quieran con el poder. Gobiernen mientras puedan. Pero guardense representaciones que nadie les dió. Métanse la lengua en el orto antes de seguir usando la muerte.