martes, 27 de octubre de 2009

Tiempos

La crispación cunde, y logró atraparme. No logro concentrarme en las pocas cosas que me hacen feliz. Estuve obsesionado con escribir un post que iba a tratar sobre ética. Mejor dicho sobre la posición ética individual. Sobre su preeminencia sobre cualquier interés . Individual, sectorial, o general.

Iba a hablar sobre el primer tipo que vilipendió la ética, separandola de la acción política: Maquiavelo.

Iba a hablar de cínicos, de los que tergiversan y engañan. Saben que hacen daño pero no les importa. De los que detentan el poder con obscenidad. De los que se le oponen con mala leche, no importándoles la utilidad de lo objetado.

También de imbéciles. Los que reducen todo a un partido de futbol: De este lado somos todos buenos, de aquel todos malos.

De intolerantes. Aquellos que son capaces de odiar o adorar a un tipo según su voto en el Congreso.

De objetos confundidos. De meras herramientas que son calificadas: “buenas” o “malas”. Como si un martillo de carpintero no pudiera ser un arma en manos de un asesino serial.

De lxs “Doñas Rosas” que critican a CFK por las carteras que usan, a NK por ser bizco, a Lilita Carrió por “gorda mesiánica”, como si no se pudiera escribir un libro sin chicanear con lo barato.

De cómo lei a un comentarista bloggero denostar a un tipo como Claudio Lozano porque “dudaba” sobre su voto. Un gil que no sabe la historia de militancia y renuncia personal de Lozano.

De los que odian a los traidores cuando los traicionan a ellos, pero festejan cuando el traidor los favorece

De todo esto y más.

Después pensé en la necedad. En los irreductibles. En los que piensan en la “utilidad” de la política.

De los adoradores del fin que justifica los medios. De aquellos que están a un pasito de los nazis y genocidas variopintos sin siquiera sospecharlo.

Y me di cuenta que era escribir un post al pedo.

Que la suerte nos acompañe. Aunque más no sea por nuestros hijos