viernes, 4 de marzo de 2011

Lucia





Hace una década y algunos años, entablé una relación con J. La cosa fue lenta por varios motivos. El primero era una regla para mi: era una becaria en una empresa, y yo era el gerente al que ella reportaba.


Nos llevábamos bien, era eficiente y una excelente compañera de todos. Yo nunca la había visto con gran interés por lo dicho. Quiso el menemismo y los contratos basura, que terminadas las posibilidades de renovación de contrato prescindieran de ella. Y a mi me tocó comunicárselo.


Es el día de hoy que no comprendo como en esa misma charla me animé a invitarla a cenar. Aceptó y esa noche fue nuestra primera cita.


Yo tenía 39 y ella 21. Ya en la cena mostró lo que yo amaría en ella más adelante: el mejor humor que conocí en persona alguna sin distinción de género. Como anécdota de aquella noche recuerdo al h. de p. resentido del mozo que nos atendió, que cuando ordenamos me pregunta mirándome socarronamente "la nena que va a comer?"... Yo a punto de saltar, y ella pone su mano sobre la mía y le ordena al tipo antes que yo haga nada. Cuando llegó el momento de pagar me susurró "por favor, dejame hacer lo que voy a hacer, y no me discutas..." Llega el tipo con la cuenta y ella dice: "dejá mi amor, pago yo. Vos te lo mereces despues de todo", y sacó su tarjeta ante la cara incredula del gastronómico turro.


Fue de lejos la persona que supo no tomarme en serio cuando yo no lo merecía. Se reía de mi cuando correspondía, y conmigo siempre.


Ambos supimos desde el principio que no ibamos a durar demasiado. Mucha diferencia de edad, sobre todo por las cosas que nos habían tocado vivir. Sus amigos me prestaban un respeto reverencial que me rompía soberanamente, y los míos la trataban en una cajita de cristal como si fuera una nena.


Fue probablemente la relación que se quebró de manera más natural y relajada en mi vida.


Los otros días despues de muchos años me la cruce en la calle, y nos sentamos a tomar un café. Nos contamos nuestras vidas, y lo más importante para ambos: fuimos padres casi al mismo tiempo (en ella de un modo "cronológicamente" lógico: nuestros hijos tienen la misma edad).


Charlando de los niños me dice "¿te acordas que una vez escuchando Serrat me dijiste que una de tus favoritas era Lucia, y que le querias poner ese nombre a la hija que tuvieras?, bueno, la mía se llama Lucia. Me acordé de esa anécdota cuando la tuve".


Por ella este post. Por Lucia. Para que sea tan amada como la de la canción. Y como lo fue su madre.

8 comentarios:

Mary poppins dijo...

Mi hija no fue una Lucia por pedido paterno.
También es una de mis canciones preferidas
Sentido post Brasil

Rob K dijo...

Amén de gustos musicales que comparto, una encantadora - agridulce - historia.

Saludos.

La condesa sangrienta dijo...

Esta historia te pinta de cuerpo entero y (me) explica por qué te quiero mucho.

Un beso y buen fin de semana!

Caia dijo...

Linda historia y muy bien narrada.
Extrañamente la gente suele recordar de sus pasadas relaciones sólo lo malo, cuando debería ser todo lo contrario. Saludos.

Roedor dijo...

Caramba, yo tengo una historia muy parecida, pero por una razón de exposición y de cuestiones ligeramente clandestinas, jamás la publiqué, ni creo que lo haga.

De todos modos, lo acompaño en el sentimiento, no sabe cuánto, che.

Anónimo dijo...
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brasil dijo...

Anónimo

Cada puerquito a su chiquero. Vestite de azul y dirimí tus mierdas en tu lugar. No ensucies casa ajena....

Gabriela dijo...

El recuerdo permanente durante toda la vida de la persona amada, del amor que no fue... el estigma con el que carga esa chiquita es muy fuerte!