-"Pa?"
-¿que Mai?
-"¡estás viejito!"
-¿porqué?
- Me acaricia suavemente la palma: "tenés arruguitas..."
Le hago mimos de padre con cosquillas incluidas. Sale corriendo hacia su hermano. Me quedo bajo los eucaliptus sintiendo el primer frio de la tarde en otoño. Algo me empieza a invadir. Me conozco...
Vuelvo a mirarme las manos. Más allá de los tajos y raspones siguen siendo las mismas de siempre. Siempre. Las que tocaron todo y a todos. Todo lo que paso por estas manos. Están las otras -pensé- las que me tocaron o me tocan, las que me golpearon, las que apretujan diariamente una convencion de saludo sin compromiso alguno.
Están tambien las que prometieron lo anterior y no lo hicieron. Estarán las futuras. Todas las manos se irán. Hasta las que no llegaron todavía. Las mías también.
Pero ayer tomé conciencia que las únicas que no me dejarán por voluntad propia y que yo no dejaré son las de mis hijos. . .
Deliciosa perogrullada
8 comentarios:
Brasil inmaculado terreno las manos de nuestros hijos, las manos de nuestros hijos sobre las nuestras,
Las manos de los ninos nos aman, nos suavizan, nos curan.
Precioso y no es una perogrullada
coincido con la señora del bolso
Brasil, Que lindo que es leerlo en ese quiebre que le provocan esos niños y esas manos. Me gusta.
brasiliensis, si fuera otro le habría dicho que es un cursi, pero como soy arbitrario no sólo lo perdono sino que le cuento que me emocionó de verdad.
una delicia.
en las manos se ven los años, se ve la vida.
muy lindo post, Brasiliano
Uf... muy lindo esto.
Las manos de nuestros hijos, suenan a amor sin condiciones.
Lindas las manitos de los bepis, brasil
quiebresé nomás
Que divino, Brasil. Gracias por compartilo.
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